Nos guste o no, las personas nos comunicamos continuamente. En cada momento, diariamente, de manera grupal, trabajando, en nuestro ámbito personal…
Al igual que nos relacionamos, también suelen surgir enfados, problemas, conflictos y malentendidos. ¿Pero de qué hablamos exactamente cuando nos referimos a un conflicto?
Para poder definir de qué concepto hablamos, vamos a hacer uso de una naranja. Sí, has leído bien, nos vamos a valer de una naranja. Cuando estamos en medio de un conflicto solemos tender a pensar que sólo existe el propio problema que ha desatado el conflicto, obviando por completo que se trata de algo más complejo.
Antes de llegar al núcleo central de una naranja, nos encontraremos con varias capas y pieles. En el caso de una naranja vemos claro el hecho que cuenta con varias capas para proteger el propio fruto de la naranja. Cuando hablamos de un conflicto, en cambio, antes de llegar a la razón principal que ha llegado a motivar el mismo, debemos de ser conscientes de que éste contará con mil capas invisibles. Desgraciadamente estas capas no servirán para proteger el conflicto sino en muchos casos tienden a dificultar la resolución del mismo . Entre otros, estos son los factores que encontramos alrededor de un conflicto:
En definitiva, las personas solemos funcionar bajo patrones ya establecidos y nos sentimos cómodos gracias a ellos. Lo mismo pasa cuando hablamos de conflictos. Pero hay veces que nos vemos en la obligación de tener que modificar dichos patrones con el fin de llegar a entendernos con el otro lado y poder avanzar. Para ello, tendremos que tener la capacidad suficiente para poder analizar el tipo de comportamiento que hemos cogido ante el conflicto, tener una actitud positiva y abierta al cambio y contar con una serie de habilidades para poder gestionar todo ello. Sin duda, una ardua tarea.
Por tanto, un proceso complicado que si sabemos encauzarlo correctamente será enriquecedor, ¡sin duda!
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